contadores web reloj para mi web

El Gran Cambio

Ayer ante la caída galopante de mi pelo, decidí ir a la peluquería y afrontar el cambio anunciado desde incluso antes de la cirujía. El que más nos acongoja a todas y nos hace sentir una mierda, con perdón. Sentía malestar el la raiz y cada vez que salía a la calle con estos días de viento temía regresar con una calva en la coronilla.

A primera hora de la tarde estaba allí plantada en Cabello R, flanqueada por mi madre y mi suegra, ¡qué haría yo sin ellas ! Enrique, al que ya conocía de la vez anterior, fue a mi encuentro como una flecha y cuando quisimos darnos cuenta, ya estaba fuera con mi cabeza rapada al uno bien cubierta por una peluca que la gente dice no notar. ¿Y yo? ¿cómo me veo? Pues la verdad, no es para tanto. Es un apaño al que hay que adaptarse, pero confieso que no es tan duro como imaginé al principio.

Del día de ayer me quedo con lo siguiente.

Enrique, por ser un gran profesional, por tratarme con tanto cariño, por hacerme pasar un buen rato cuando imaginaba que iba a ser un horror, por ayudarme a no perder la confianza en mí misma ...

El recuerdo de dos escenas sobrecogedoras que no olvidaré nunca. La primera sucedió en mi primera visita a la ya mencionada peluquería antes de empezar el tratamiento. Cuando me fijé en la chica que estaba a mi izquierda me vine abajo y me eché a llorar. Tenía el pelo tan corto. Inmediatamente corrieron la cortina y me prodigaron un sin fin de arrumacos y consuelo, y entonces la chica se acercó y me cogió la mano fuerte y me contó su historia y me animó y recuerdo que su rostro reflejaba felicidad y esperanza.

La segunda sucedió cuando me marchaba alegre de la peluquería escuchando lo mona que estaba en boca de ya sabéis quien, mi madre y mi suegra, a la que se unieron una madre y una hija, que me miraban con incredulidad "¿es una peluca? "¡no lo parece!". Y entonces noté lo asustada que estaba la madre y empezamos a hablar y ella no podía evitar la emoción ni las lágrimas y yo le apreté el brazo fuerte, igual que habían hecho con mi mano hace un mes, y traté de darle ánimos para quitarle un poco de angustia. No sé si lo hice bien, probablemente peor de lo que me hubiera gustado, porque a mí también se me saltaron las lágrimas, pero seguramente igual que yo recuerdo mi experiencia anterior como algo positivo y crucial, ojalá ese momento le sirva de ayuda a ella también.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno Marisol, yo al Enrique ese lo tengo que conocer. En tus anécdotas peluqueras hay material para un guión de Álmodóvar o para una serie de televisión (que, por cierto, ayudaría a muchas mujeres y familias en este trance. ¡¡Yo me pido el personaje que mete la peluca en la lavadora y luego no se atreve a acudir de nuevo al Enrique por miedo a que le dé un ictus!!).

Me encanta cómo quitas hierro al asunto sin teñirlo de una pátina de estoicismo artificial, cómo intercalas una de cal y otra de arena en tus crónicas, cómo se ve que estás dispuesta a hacerle un corte de manga a esta mierda a la vez que absorbes cual esponja todas las experiencias positivas que esto que te está tocando vivir pueda aportarte, sin disimular que estás sensible a la vez.
Yo siempre digo que los episodios chungos que la vida nos depara nos hacen mejores personas, que unen más las tristezas compartidas que las alegrías, que nos hacemos más sensibles y empáticos con el otro cuando sabemos cómo se siente en lugar de tan solo imaginárnoslo desde la comodidad de "nuestra felicidad del rincón". Por eso la gente que está cerca de ti, la gente con la que compartes tu día a día, la que te ve, te va a querer más que nunca, y tú a ellos. Y por eso tú quieres devolver con tus gestos cosas que otros te han dado y te han sentado bien. Yo creo que aunque te hayas emocionado, la señora a la que le has apretado la mano te estará profundamente agradecida y puede que hasta aparezcas de forma anónima en su blog, si lo tiene, o en su diario, o bien en su conversación a la hora de la cena en la mesa de su casa,o vete a saber, en su monólogo interior.

Ya sabes lo que decía Woody Allenen Hanna y sus hermanas, eso de que el corazón es un musculito muy resistente, al fin y al cabo. Y ¡qué razón tenía!
Yo solo puedo regalarte frases robadas. Hay una que empleo con mucha frecuencia a la que recurro en más de una ocasión. Es un dicho anónimo anglosajón que yo encuentro de lo más elocuente. Pero eso no quita el que te la ofrezca con la sinceridad que mereces. Ahí va:

<< EVERYTHING WILL BE OK IN THE END. IF IT'S NOT OK,IT'S NOT THE END.>>

Un beso fuerte. Ana.

Publicar un comentario

 

  © 2009 Un Paréntesis en mi Vida

diseño por Javier Martínez Basado en una plantilla de M Shodiq Mustika